Noche Diéguez nació en Zaragoza y se mudó a Bolea, a la comarca Hoya de Huesca, a mediados de 2020. Sentía la necesidad de alejarse de la ciudad, de probar otros ritmos y realidades; en Bolea tenía una casa familiar y eso le facilitaba la vivienda. Y como llevaba años yendo conocía el pueblo: un núcleo rural activo, con gente acogedora y bastante bien ubicado. Bolea es cabecera de La Sotonera. Tiene una bonita colegiata y unas cerezas riquísimas. Allí viven 500 personas.

Noche es artista de circo. Forma parte de varias compañías circenses. Trabajan por todo Aragón y en comunidades vecinas como Navarra, País Vasco o Madrid. Además de actuar, también se dedica a la enseñanza y pedagogía del circo y del movimiento (danza expresiva, yoga...). Imparte clases de circo en diferentes ámbitos (para niños, adultos, en familia...) y también clases de movimiento y danza. Forma parte de la Escuela de Circo Social de Zaragoza y de Carpa, la Asociación de Profesionales de Circo de Aragón. Y compagina las artes escénicas con el rigging: trabajos en altura en espectáculos, conciertos y en el ámbito industrial.

Estudió Ciencias Ambientales y complementaba la carrera con cursos de circo. Cuando se licenció decidió estudiarlo de manera profesional porque sentía que quería hacer de aquello su oficio. El circo le parece un arte maravilloso, una disciplina que mezcla la destreza física con la danza y el teatro, que le permite expresarse y crecer personalmente. Y luego está el gremio circense: abierto y colaborativo.

Como viene de la ciudad sabe por experiencia que es allí donde se genera más fácilmente la actividad, donde hay espacios de entrenamiento y de muestra (teatros, centros culturales...) y donde la gente en general se concentra. Aún así confía en las posibilidades y las ventajas del medio rural y cree que pueden generarse bonitas sinergias que pongan el arte al servicio de la comunidad de una manera que en la ciudad no es posible.

Dice que la tranquilidad, tener más tiempo para entrenar y crear y contar más fácilmente con instalaciones municipales son algunas de las ventajas de vivir en el pueblo. Además, la falta de oferta cultural hace que haya un mayor interés ante cualquier propuesta. En el otro lado de la balanza sitúa el aislamiento y la necesidad de desplazarse más tanto para ensayar, como para actuar y dar clases, puesto que no toda la actividad económica puede generarse en la propia localidad. 

Confiesa que todavía es pronto para saber si le condiciona o no el hecho de ser mujer y creadora en el medio rural porque acaba de instalarse, pero reconoce que al vivir en una sociedad patriarcal el mero hecho de ser mujer condiciona, independientemente del ámbito y que esa desigualdad quizás puede estar más presente en lo rural.

A la hora de ofrecer clases y talleres de circo considera importante que sean las administraciones públicas, ayuntamientos y comarcas, las que inviertan en espacios y en materiales para que los usuarios puedan disfrutar de las actividades sin demasiado coste económico y los docentes puedan cobrar un salario digno.