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Esther Charles nació en Zaragoza y reside en Borja, en la comarca Campo de Borja, desde 2015. Allí viven unas 5.000 personas.
Esther es ilustradora y está al frente de mira al pajariko, un proyecto de ilustración y arte de naturaleza que nació en 2011. Lo suyo es el Wildlife Art o, lo que es lo mismo, el arte de la vida salvaje: una disciplina muy ligada a la conservación de la naturaleza y la divulgación. Compagina su trabajo de ilustración con el de técnica de campo en proyectos de consultoría medioambiental.
Esther estudió Ciencias Ambientales en Toledo y tuvo varios trabajos como educadora ambiental, técnica de agenda 21 y sostenibilidad, retenes de incendios, etc. Su interés por el mundo de la acuarela despertó durante la adolescencia pero fue en 2011 cuando decidió hacer de esa afición un oficio. Empezó pintando camisetas con motivos de aves que vendía en ferias locales relacionadas con la ornitología y poco a poco mira al pajariko fue tomando consistencia y afianzándose. En 2016 volvió a los estudios reglados en la Escuela de Artes de Zaragoza, y terminó de llenar los huecos que la formación artística autodidacta había dejado.
Esther imparte talleres de pintura naturalista con diferentes técnicas sobre flora, fauna y cuadernos de campo. El principal problema al que se enfrenta a la hora de organizarlos es su propia gestión del tiempo y la falta de un espacio físico donde poder desarrollarlos. Vende sus trabajos en ferias artesanales locales, en ferias de ornitología y en su tienda online. Tanto la web como las redes sociales (Facebook e Instagram) le han aportado visibilidad y cierto feedback con el público. También es miembro de la Era Rural, una red aragonesa que busca revitalizar el entorno rural a través del emprendimiento juvenil.
Esther se siente condicionada como mujer y creadora del medio rural. Dice que la sensación de que las mujeres desarrollan trabajos artísticos está muy arraigada pero que dichas labores no se consideran como un posible empleo, sino como un entretenimiento propio del género. Reconoce que no es fácil vivir de la ilustración. A esto hay que sumar que el movimiento cultural en el pueblo es menor y la interacción con los profesionales del sector también, salvo en momentos puntuales. Aún así no se plantea volver a la ciudad.