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María Mateo nació en Binéfar, un pueblo de 9.400 habitantes de la comarca de La Litera. Exceptuando los años que pasó fuera estudiando, ha vivido allí toda la vida, movida principalmente por el trabajo y la familia.
María es bailarina de danza contemporánea y fotógrafa de artes escénicas. Estudió el Grado de Artes Visuales y Danza en Madrid y adquirió los conocimientos que necesitaba para poder dedicarse de manera profesional a ambas disciplinas. También es profesora. En 2019 abrió su propia escuela, especializada en danza contemporánea. La primera escuela de danza de Binéfar.
Llevaba practicando gimnasia rítmica desde los tres años, se lesionó y tuvo que hacer una pausa. Y fue entonces cuando descubrió la danza. Llegó a su vida de forma inesperada. En 2012 comenzó sus estudios en el Instituto Universitario Superior de Danza Alicia Alonso. Formando parte años más tarde de la Compañía Iker Gómez y del Ballet de Cámara de Madrid.
La fotografía le gustó desde niña, era una afición que compartía con su padre y a la que terminó enganchándose en las clases de Fotografía Analógica del instituto. Estudió Artes Visuales en la Universidad Rey Juan Carlos y formó parte del colectivo fotográfico Grupo Tanzziel, con el que llegó a exponer en el Teatro Real de Aranjuez.
Aunque nunca perdió la relación con Binéfar, fue en el 2018 cuando su vínculo empezó a estrecharse más y más. Fue artista invitada en Arteria, la Feria de Arte Contemporáneo de Monzón, durante varios años; fue fotógrafa del Nocte, el Festival de Artes Escénicas de Graus; y también acompañó a Los Titiriteros de Binéfar durante la gira de su cuarenta aniversario.
En la actualidad compagina su trabajo en la escuela y sus proyectos como bailarina y fotógrafa, con otras iniciativas para visibilizar la danza y a quienes se dedican a ella, como el documental La danza y la Covid 19 y el proyecto Tutustu. Además de ofrecer clases de manera regular durante el curso escolar, también imparte talleres sueltos de danza contemporánea a lo largo de todo el año.
Dice que lo que más valora de la danza es el conocimiento que le da sobre su cuerpo y la posibilidad de expresarse a través de él y de hacer sentir a los demás con el propio movimiento. La parte negativa: lo poco que se valora, porque ni se tiene en cuenta el trabajo, ni el esfuerzo, ni la formación continua. Digamos que a ojos de la mayoría, lamenta, la danza no es una posibilidad laboral real.
María no se siente condicionada como mujer y creadora del medio rural. Piensa que la gente del entorno y las instituciones locales le han acogido con los brazos abiertos, apoyando sus proyectos y contando con ella en eventos culturales y particulares de lo más variados. Cree que al no tener competencia tan directa las oportunidades laborales son más amplias en el pueblo, aunque reconoce que cuando necesita colaboraciones o trabajos grupales es más difícil encontrar personas con las que trabajar. Y luego está el tema de la formación, que en el mundo de la danza ha de ser continúa y en el medio rural, dice, es imposible conseguirlo. Obligatoriamente tienes que ir a la ciudad a buscarla.