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Edurne Castaño nació en Fraga, en la comarca del Bajo Cinca, y allí ha vivido toda la vida. Se siente enamorada de su tierra porque tiene mucha vida y a la vez es tranquila. Es medio campo, medio sierra, medio ciudad y medio pueblo. Fraga tiene 15.000 habitantes y es famosa por albergar la discoteca en activo más antigua del país, Florida 135, cuna de la música electrónica y del techno.
Edurne es fotógrafa y su nombre artístico es Ledurneta. Ledurneta está especializada en fotografía boudoir (erótica y sensual) y artística, aunque también realiza sesiones sociales: estudio de fotografía, fotografías familiares, de pareja, con mascotas, infantiles, etc. Hace edición digital y restauración digital de fotografías antiguas. Entre sus últimos proyectos destaca Fibro Espejo, un trabajo de autorretrato con el que buscaba dar visibilidad a la fibromialgia y a la fatiga crónica.
A los siete años ya disparaba fotos a cualquier cosa, animal o persona que se me ponía por delante. Sus padres vieron que se desenvolvía bien con la cámara analógica familiar y al cumplir los quince le regalaron su primera compacta réflex. Se pasaba horas experimentando en la habitación dedicada exclusivamente al autorretrato. Fue así como desarrolló la capacidad de mostrar emociones y sentimientos frente a la cámara y esa capacidad la considera hoy su pilar fundamental porque en las sesiones de estudio puede ayudar a la gente a sentirse segura de sí misma, a verse naturalmente bella y con el autoestima por las nubes.
Edurne cree que hay más contras que pros en la fotografía porque es un mercado muy competitivo, porque se pierde más dinero del que se gana y hay que estar todo el rato desarrollando ideas que escapen de lo ordinario para destacar y eso agota a cualquiera. Además todo el mundo tiene móviles de última generación a su alcance.
Las ventajas son más intrínsecas: la fotografía le alimenta el alma y practicar el autorretrato le libera. Cuenta que durante los últimos tres años, profundizando en la temática boudoir, se encontraba en las sesiones con personas que no se aceptaban a sí mismas, temerosas del "qué dirán", y que terminaban el encuentro sintiéndose poderosas e invencibles. Empoderarlas es para ella la mayor recompensa.
Edurne se siente un tanto condicionada como mujer y creadora del medio rural; por ser joven y por ser mujer. Dice que es como si las mujeres tuviéramos un perfil más "infantil" a la hora de emprender un proyecto y que a su alrededor ve a chicos de su misma edad que realizan sesiones fotográficas con un móvil y la gente acude más a ellos.
Poco a poco se ha ido haciendo su hueco y en el ámbito boudoir, la clientela, mujeres en su mayoría, prefieren que la fotógrafa también lo sea. Además en localidades pequeñas el cliente medio sólo busca un servicio muy básico (bodas, bautizos, comuniones, fotografías de DNI o currículum) y cuesta más desenvolverse artísticamente, aunque con ayuda de internet va salvando esas limitaciones. Poder trabajar desde un lugar tan privilegiado como su pueblo y conseguir clientes y proyectos externos gracias a las redes sociales (Facebook e Instagram) es, a su entender, lo mejor que puede existir.



