Marta Blanco Allona nació en París en 1973, pero sus padres volvieron a España cuando ella era pequeña. Primero vivieron unos meses en Galicia y después se mudaron a Orihuela (Alicante), donde pasaron 17 años. Entre los 21 y los 40 residió en Zaragoza. Desde 2013, vive en Aladrén, un pueblo ubicado en la comarca Campo de Cariñena (Zaragoza).

Este municipio, en el que nació su madre, apenas cuenta con una población de 60 personas. Sin embargo, de manera continuada y durante todo el año viven unas 30. Marta acabó yéndose allí tras la crisis de 2008. Llevaba años deseándolo y no le había sido posible hasta entonces por distintas circunstancias. Ahora, dice, no piensa irse jamás; de este lugar le encanta su gente, la tranquilidad y la naturaleza que lo rodea, además del arte que contiene. 

Aunque empezó a estudiar veterinaria, antes de acabar la carrera la vida le llevó por otros caminos: los del mundo de la artesanía y el diseño, que acogió con los brazos abiertos, y al que dedica todas sus energías desde el inicio.

Tras muchas vueltas y aprendizajes, en 2004 hizo un curso para hacer perlas de vidrio con soplete en Barcelona, homologado por la Real Escuela de Vidrio de La Granja. Desde ese momento, toda su artesanía está elaborada con sus propias piezas de vidrio y a través de métodos manuales como el lampworking. Realiza joyas con cristal de murano bajo su marca Equiliqua Joyas Artesanas, donde también trabaja a mano con el latón y la plata. Se dedica a ello de forma completamente profesional y solo lo compagina con su perfil activista.

Su web cuenta con un completo catálogo de anillos, pendientes, collares, pulseras y abalorios para todos los públicos. Sus creaciones también están disponibles en sus redes sociales: Instagram, Facebook y YouTube, donde se puede ver a Marta trabajar en sus diseños. 

Considera que ser mujer y artista en el mundo rural requiere un esfuerzo extra para darse a conocer en ciertos medios y canales que habitualmente están ubicados en las ciudades, y a los que cree que le cuesta un poco más acceder. Piensa que, si bien es cierto que las instituciones saben de la importancia de ayudar a las mujeres emprendedoras en el mundo rural –porque son conocedoras de que ayuda mucho a fijar población, dice–, se necesitan más iniciativas y mejoras. Sobre todo, relacionadas con la conectividad digital, espacios colaborativos y compartidos, transporte público e infraestructuras. 

Valora la existencia de proyectos como MAR - Mujeres Artistas Rurales para que las artistas sigan tejiendo una red de sororidad, colaboración y conocimiento compartido, lo que le parece una gran idea.