Inés Castán Rasal nació en Huesca. Pasó su infancia en la localidad de Bailo, su adolescencia en Jaca (Huesca) y su veintena en Zaragoza. Recientemente, ha vuelto a su pueblo, Bailo, una localidad que cuenta con 260 habitantes, aunque de forma continua viven menos de la mitad. Es el municipio más meridional de la comarca de la Jacetania (Huesca) y está situado al pie de la sierra de San Juan de la Peña y en las estribaciones del Puerto de Santa Bárbara. 

Trabajadora social de profesión, buscaba darle un cambio a su vida y comenzó a hacer de su hobbie un trabajo: empezó a anudar cuerdas para escapar de este mundo tan loco y acabó loca por las cuerdas, explica. Crea piezas de macramé usando algodón reciclado mediante la urdimbre y la cuerda trenzada. 

El macramé es la técnica de crear tejidos usando nudos decorativos. Así es como Inés realiza tapices, maceteros, espejos, baldas, cortinas… Piezas únicas para vestir paredes o decorar rincones especiales. 

Las cuerdas son sus aliadas y su forma de expresión, buscando así explotar su faceta “artivista”. Lo hace también a través del nombre de su proyecto: Cuerdas Locas, una reapropiación de la palabra ‘loca’, con la que tan fácilmente se denomina (sobre todo) a las mujeres cuando son menos normativas o se las quiere tachar de “histéricas” para desacreditarlas.

Comparte su trabajo a través de Instagram y en todas las ferias en las que tiene oportunidad de exponer y vender sus piezas. Cuerdas Locas, como dice su creadora, es algo más que decoración; es un modo de vida. Su objetivo es conseguir, poco a poco, que el proyecto sea viable e impartir talleres estableciendo así una sinergia con su profesión como trabajadora social.

No se siente condicionada por el hecho de ser mujer artesana en el mundo rural. De hecho, ha encontrado una red de apoyo junto a otras compañeras artesanas que le ha hecho más fácil el aterrizaje en este mundo. Por eso, da gracias a las profesionales de la zona implicadas para que este tipo de proyectos salgan adelante.