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Beatriz Soto Paciencia nació en Pamplona pero a los pocos días su familia se trasladó a Magallón, un pueblo de la comarca Campo de Borja en el que ha vivido hasta la fecha. Una localidad repleta de artistas y cuya banda de música lleva en activo desde 1899. En Magallón viven 1.200 personas. Su estampa, en lo alto de una colina, hace que por las noches cuando las luces del pueblo están prendidas le recuerde a Camelot.
La actividad artística de Beatriz se desarrolla en el ámbito del cine y de la escritura, tanto de guiones como de relatos y cuentos. Ha dirigido tres cortometrajes profesionales Vincero (2014), A Trip Down Superheroes Boulevard (2010) y Unexpected Call (2009); y otros de producción más casera, como IRA, galardonado en 2021 con el People Choice Award del festival de Cine de Montenegro (MOSIFF). Sus cortos se han proyectado en salas de Zaragoza, en el propio cine de Magallón y en festivales nacionales e internacionales (Burgos, Montenegro, Colombia). Forma parte de RAMPA, la Red Abierta de Mujeres Profesionales del Audiovisual, y todos sus trabajos audiovisuales pueden verse en su perfil de IMDb, Internet Movie Database.
Como escritora ha publicado Ángela en siete días, un relato que cuenta los avatares de una joven que trabaja en una pequeña librería de Madrid y que ve zarandeada su rutina a raíz de acontecimientos inesperados. Ha escrito un cuento infantil, que espera publicar en un futuro, y está inmersa en un ambicioso proyecto junto a su hermana, la ilustradora Marta Soto Paciencia: un comic de ocho tomos, escrito por Beatriz, que ahora está en proceso de ilustrado.
El cine siempre le ha atraído. Cuando era niña se disfrazaba con su hermana y sus amigos y grababan videos caseros por el pueblo con una cámara prestada. Beatriz estudió Comunicación Audiovisual en Madrid y al terminar la carrera marchó a Los Ángeles a estudiar un Máster de Dirección de Cine. Después pasó por Madrid y Londres. Siempre fue muy urbanita. Le gustaba vivir en la ciudad pero, con el tiempo, ese sentimiento fue cambiando; la vida allí se había vuelto precaria e insostenible. Pensaba en el pueblo y todo era ventajoso: el contacto con la naturaleza, tan necesario e inspirador, la tranquilidad, la posibilidad de generar lazos más fuertes y colaborativos, poder optar a un espacio de trabajo propio y asequible y rodar sin tener que hacer grandes inversiones; porque dedicarse al cine cuesta mucho dinero y si no dispones de él es difícil encontrar financiación. Sin embargo, por lo que cuenta, en el pueblo resulta más fácil y económico y la gente se presta a ayudar. Dice que las vecinas y vecinos se ofrecen de manera altruista a participar y ceden localizaciones sin tener que pagar. Todo son facilidades.
Para ella crear es una necesidad vital. Por eso se muestra muy crítica con los organismos que conceden financiación, porque las subvenciones llegan a posteriori por lo que debes adelantar el dinero y si no lo tienes no puedes comenzar el proyecto. Así que de poco vale, dice. Y por eso tiene que compaginarlo con otros trabajos. En la actualidad da clases particulares de inglés y cursa estudios ingleses en la Universidad de Zaragoza. Su intención es obtener una plaza como profesora de secundaria y tener un trabajo estable que le permita tener tiempo suficiente para compaginarlo con la escritura y la realización de cortometrajes.
Beatriz no se siente condicionada por el hecho de ser mujer y creadora aunque reconoce que en el mundo de la dirección de cine suele haber más presencia masculina. En Los Ángeles solo eran tres chicas en clase y dos abandonaron los estudios al poco tiempo. Así que fue la única mujer de su clase en terminar los estudios.
Tiene la ciudad bastante cerca, pero las redes sociales le permiten estar conectada y al corriente de todo. Las ve como algo muy positivo a la hora de promocionar y difundir sus trabajos, pero le falta tiempo para llevarlas al día porque requieren plena dedicación.